Al menos en apariencia, pocas veces el mundo fue menos ancho y ajeno que hoy. Veamos a este Papá Noel caminando por el ajetreado mercado callejero de Camden, en Londres. Ni siquiera sorprende lo prematuro del disfraz navideño; vivimos sumergidos en una temporalidad tan elástica como la fluidez digital: adelantar las Fiestas puede ser atributo de algún tiranuelo, pero también derecho de cualquier subjetividad convencida de que así lo merece (o percibe). Este Papá Noel, no obstante, quizás apenas sea un buscavidas que fue a postular por un trabajito para diciembre y no tuvo tiempo –o ganas– de sacarse el atuendo rojo. Eso ocurre apenas renunciamos al encuadre y ampliamos la mirada: los atiborrados y coloridos comercios revelan su singularidad; las circunstancias de un transeúnte, su distancia; el mundo, su anchura y ajenidad.