Había aparecido un caluroso día de febrero en un barrio alejado del centro de la ciudad de Venado Tuerto, al sudoeste de la provincia de Santa Fe. Era una perra viejita, con un bulto en el pecho y otro en la cadera. No ofreció resistencia cuando las manos suaves y gentiles de la mujer que la había encontrado la levantaron con delicadeza para subirla al auto y llevarla a un refugio de esa localidad.
Aunque su mirada mostraba que la perra tenía miedo, no hubo problemas para ingresarla. Fue alojada en un canil individual donde las las veterinarias evaluaron su estado general y le realizaron chequeos y estudios médicos de rutina. Como habían imaginado las profesionales que la evaluaron, los estudios indicaron que los bultos que tenía eran tumores malignos. Sin embargo, a pesar de estar por debajo de su peso saludable, Lorenza -como habían bautizado a la perra viejita de once años- se encontraba en condiciones de ser sometida a una cirugía para poder extraer los bultos.
Recibió un pedido de ayuda para un animal atrapado en una alcantarilla y estaba por darse por vencida hasta que escuchó un ladrido: “Era un viejito ciego y sordo”
“Llevaba años sola en la calle”
Días más tarde, la operación, que se realizó en las instalaciones del refugio, fue exitosa y Lorenza se recuperó rápidamente. Con el tiempo, Lorenza fue ganando confianza y comenzó a sentirse mejor. “Y, poco a poco, se ganó el cariño de todos los voluntarios que a diario la acompañaban en diferentes momentos y se aseguraban de que no le faltara nada para que sus días en el refugio fueran tranquilos. Nunca supimos nada sobre su pasado. Tampoco nadie la reclamó o escribió a nuestras redes para preguntar por ella. Creemos que, lamentablemente, llevaba varios años sola en la calle”, dice con tristeza Carolina Peisino, Directora del Refugio Canino Venado Tuerto, donde Lorenza comenzó la segunda parte de su vida.
En funcionamiento desde 1999, los voluntarios del refugio están comprometidos con la tarea de rescatar perros abandonados, darles una vida digna y, a través de la adopción, conseguirles la familia que tanto desean y merecen.
Con su hocico cubierto de canas y un carácter tan dulce como tranquilo, con el correr de los meses, Lorenza se convirtió en la protagonista de innumerables posteos que mostraban en la cuenta de Instagram del refugio el día a día de los perritos que allí se alojaban. Relatadas por ella misma con voz en off, compartía con su público nuevos ingresos, pedidos de ayuda, perritos que esperaban ser adoptados y todo lo que sucedía puertas adentro de aquel lugar donde los de su especie recobraban la dignidad.
“Teníamos que estar seguros del paso que queríamos dar”
Hasta que un buen día, todos estuvieron de acuerdo en que harían el intento para que la abuelita también fuera adoptada: Lorenza merecía conocer el calor de un hogar y saber lo que significaba formar parte de una familia. Y esa familia especial no tardó en llegar. “Mi hija es voluntaria del refugio y siempre me hablaba de Lorenza. Además, yo conocía su historia por las redes y me mantenía atenta a todas las publicaciones en las que ella aparecía. Conversamos sobre la posibilidad de adoptarla. Nosotros tenemos otros tres perritos, también adoptados, entonces teníamos que estar seguros del paso que íbamos a dar”, recuerda Lorena.
Finalmente, luego de meditarlo, Lorena y su hija fueron a buscar a Lorenza al refugio. “No lo puedo poner en palabras. Algo me pasó con ella y lo confirmé cuando la conocí personalmente. Nos miramos, nuestras almas se reconocieron y siento que, de alguna manera, ella me avisó que le quedaba poco tiempo de vida y que quería tener un hogar. Ese día volvió con nosotras a casa”, dice Lorena emocionada.
Le llevó una sola tarde explorar los diferentes espacios de la casa y apropiarse de los que se convertirían en sus lugares favoritos. Lorenza disfrutó de buena comida, durmió calentita, recibió mimos y mucho amor. Esperaba con ansias el momento de la tarde en que comía galletitas con queso crema, pollo y pedacitos de asado. Cada vez que escuchaba la heladera abrirse, corría a investigar. Durante los días fríos, prefería quedarse acostada debajo del calefactor y se dormía tan profundamente que se la escuchaba roncar desde el otro lado de la casa. Por las mañanas, esperaba al lado de la habitación hasta que alguien se levantara para salir. Le encantaba acostarse al sol.
“No pensamos que el tiempo nos iba a jugar una mala pasada”
El 10 de octubre pasado, la dulce Lorenza falleció como consecuencia de una falla renal. Su paso por el refugio había marcado tan profundamente a los que la habían conocido que no hubo dudas cuando tuvieron que elegir a un protagonista de un libro a través del cual el refugio canino Venado Tuerto y la firma Essen buscan generar conciencia sobre la adopción responsable de perros y gatos. Se trata de un proyecto solidario que destina el 30% de cada venta al cuidado de los perros del refugio y que contribuye de esa forma a que más animales tengan una segunda oportunidad en la vida.
Inspirada en la historia de su protagonista, “Hola, soy Lorenza” está narrado desde la perspectiva de la perra y relata sus días en el refugio: sus días de espera, sus vínculos con otros perros y el profundo cambio en su vida al ser adoptada. Es un relato emotivo y esperanzador que destaca valores como el amor, la paciencia y el poder de las segundas oportunidades.
“Nunca imaginamos que el tiempo nos jugaría una mala pasada y que tendríamos que despedirnos de Lorenza antes de lo esperado. Pero tuvimos la suerte de poder entregarle el primer ejemplar unos días antes de su partida, como un homenaje a todo lo que significó para nosotros. Nos emociona saber que este libro, que guarda la esencia de Lorenza, no solo cuenta su historia, sino que también tiene un propósito hermoso: concientizar a niños y niñas sobre la importancia de la adopción animal, sensibilizando sobre el valor de brindar amor y hogar a quienes más lo necesitan. Lorenza nos dejó mucho más que recuerdos. Nos dejó enseñanzas, risas, y ahora, un libro que esperamos toque los corazones de todos ustedes, como ella tocó el nuestro”, cierra entre lágrimas Carolina Peisino.
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