18/05/2020
«Era un sueño que tenía», dijo Fernando Navarro, quien tomó la ayuda estatal y la invirtió de inmediato en el capital inicial para su emprendimiento en barrio Sáenz Peña. Historia de superación y esperanza en medio de la pandemia de coronavirus.
Fernando Navarro (20) podría haber gastado todo el dinero que recibió por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en dos compras grandes en el supermercado, o en el pago de alguna boleta o comprarse ropa por Internet, pero no.
La ayuda estatal de $10.000 cayó en el momento preciso en que a Fernando le empezaron a restar horas en su trabajo, lo que achicó sus ingresos. El joven sanfrancisqueño decidió que esa plata iba a ser para comprar todo los ingredientes que necesitaba para ponerse a elaborar por su cuenta, en su casa de barrio Roque Sáenz Peña, productos de panadería y repostería, y así no solo tener un trabajo más digno, un presente más estable sino también concretar su sueño.
«Cobré la IFE el jueves y el lunes ya tenía todo comprado. Había pensado en hacer sándwiches y pebetes, pero hablándolo con mi vieja, ella me recomendó que pruebara con hacer pan de campo y algunos productos de repostería. Y así arranqué. Vendiendo en el barrio y ganando clientes de a poco. Por suerte, me está yendo bien y los clientes van apareciendo», explicó el panadero a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Fernando hace pan de campo, del común y saborizado, igual que los criollos, y sale a vender. También hace bocaditos de maicena. «Son alfajores de maicena, pero las tapas son cuadradas. Se me ocurrió hacerlo así, porque no vi a nadie hacer los alfajores de maicena cuadrados. La gente me dice que es la primera vez que los ve entonces yo les digo que no son alfajores, que son bocaditos».
Formación clave
Fernando empezó a concurrir a la Asociación Civil La Luciérnaga de San Francisco en el año 2014. Primero fue alumno de los talleres de formación, luego se sumó a la banda de cumbia de la institución y después, cuando «La Luci», decidió tener un espacio de panadería propio, ahí también estuvo él. «Si no fuera por ‘La Luci’, no estaría haciendo esto, sinceramente», confesó agradecido.
«En 2017 cuando arrancamos con la panadería le empecé a agarrar el gusto, me encantó y me di cuenta que era algo que quería hacer, que me gustaba hacer. Ser panadero. Para eso fue clave Adriana Furnari, que fue quien no enseñó a todos a hacer las cosas que hacíamos en la panadería de ‘La Luci’. A Adri, aún hoy, la llamo para que me pase alguna receta y ella está ahí, al pie del cañón, siempre».
La ayuda se transformó en lo necesario para realizar sus panificaciones que le permitan aguantar la diaria y pensar en su futuro.
Emprendedurismo contra la peste
Fernando diseñó por su cuenta el logo de emprendimiento usando un programa en Internet. Eligió el nombre, analizó qué productos le convenía hacer en esta primera parte, creó su página de Instagram (dulcesabor.sf) y salió a algunos almacenes a vender lo que amasa en la mesa de su casa, lo que cocina en el horno de su mamá.
«Con el pago de la IFE del mes que viene tengo pensado comprarme la batidora amasadora para producir en más cantidad -adelantó entusiasta-. Porque ahora hago todo a mano y cocino en el horno de mi vieja. La idea es poder comprarme más adelante un horno más grande y seguir laburando con esto», proyecta mientras dialoga fuera de su casa en esa parte de «las 800» donde es todo peatonal y donde todos saben dónde viven todos.
Fernando podría haber usado el dinero de la IFE que le correspondía por no tener casi ingresos en el contexto de pandemia en el que vivimos y que empujó al Gobierno a la lanzar cuanta ayuda sea posible para cualquier cosa, pero no. Decidió ponerse a trabajar, a hacer realidad su meta. Un objetivo que siempre había tenido y que nunca había podido concretar.
En tiempos de oscuridad como el que vivimos y como el que se avizora, Fernando ejemplifica la construcción real de la esperanza.
En un país que está acostumbrado a ser buscavida, Fernando entendió que a la vida hay que buscarla, bancarla, enfrentarla con un bocadito de maicena tras otro. La esperanza es lo último que se pierde, sí, pero hay muchas chances de que esa esperanza se pierda sino se la va a buscar o se pierde en la peste.
Fuente: La Voz de San Justo