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50 años de la llegada a la Luna: El paso que ganó la carrera

15/07/2019

Este 20 de julio se cumple medio siglo de esta victoria política y proeza tecnológica. La competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética dio inicio a la era digital.

Todo tiene más sentido cuando uno se para debajo del cohete Saturno V en el Centro Espacial Kennedy (KSC), en Cabo Cañaveral (Estados Unidos). Allí los visitantes pueden ver una réplica a escala real del lanzador: 110 metros de largo. A esta sala se llega luego de presenciar una recreación del lanzamiento del Apolo 8, la primera misión tripulada de la Nasa en orbitar la Luna. El público está casi dentro de la sala de control y los audios son los originales.

Para los fanáticos de la tecnología y no tanto, salir de esa sala, luego de la cuenta regresiva, deja la emoción a flor de piel. Pero pronto la piel se eriza al ver el Saturno V.

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Con más de una cuadra de largo, el lanzador pesaba 2.900 toneladas en la plataforma de despegue. Puro combustible para sus cinco motores F1, uno de los más potentes jamás construidos. Dentro de sus toberas, los caños de escape, podrían entrar dos personas paradas una arriba de la otra.

Esta generación de cohetes fue la que impulsó al Apolo 11 hasta la Luna hace 50 años. Neil Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin se convirtieron en los primeros humanos en pisar otro suelo que no fuera el terrestre. Son héroes y escribieron un capítulo en la historia de la casta de exploradores, a la altura de Cristóbal Colón o de Marco Polo.

Ilustraciones de Karlo Lottersberger.

El viaje se vuelve proeza si pensamos que toda esta tecnología para colocar los primeros humanos en otro cuerpo celeste se consiguió en apenas nueve años, lo que duró el programa Apolo. La razón es que para Estados Unidos nunca se trató de una conquista, sino de una carrera espacial contra la Unión Soviética.

La Nasa estaba perdiendo por varios años luz. En 1957, los soviéticos lograron colocar el primer satélite en órbita terrestre, el Sputnik 1, y en 1959, la nave Luna 3 logró orbitar por primera vez nuestro satélite y tomar las primeras fotos de su lado oculto. En 1961, el ruso Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en viajar al espacio.

“Hasta el día de hoy sorprende que la Nasa haya logrado semejante proeza en un tiempo tan corto. Fueron menos de 10 años y había que inventar muchas cosas. El motor fue inédito. Lo diseñaron desde cero y tuvieron que superar varios problemas técnicos en poco tiempo. Tampoco se sabía cómo se podía navegar en el espacio y cómo acoplar dos naves en órbita”, asegura Miguel San Martín, ingeniero argentino que trabaja en la Nasa desde hace años.

San Martín fue el responsable del sistema con el que el robot Curiosity aterrizó en Marte. “La misión que colocó al robot Curiosity en Marte llevó ocho años, el mismo tiempo que el programa Apolo tuvo para colocar astronautas en la Luna. Con la tecnología de hoy nos costaría hacer lo que se hizo en la década de 1960”, dice.

Por qué perdieron los soviéticos

Una de la razones del triunfo de la Nasa fue su cohete. “La clave fue controlar el poder del cohete Saturno V, no sólo construirlo. Además, construir una computadora que pudiera guiar a los astronautas en el viaje por el espacio”, dice Diego Córdova, divulgador experto en exploración espacial que recientemente publicó el libro Huellas en la Luna.

La Unión Soviética nunca pudo desarrollar un motor lo suficientemente poderoso como para impulsar cosmonautas hasta nuestro satélite. La primera etapa del cohete soviético Nositel-1 (N-1) estaba compuesta de 30 motores (contra los cinco del Saturno V) y el lanzador tenía cinco etapas, mientras que el de la Nasa, sólo tres. Realizaron cuatro pruebas de N-1, pero todas explotaron durante el lanzamiento.

Los soviéticos perdieron la carrera espacial en los papeles y por sus propios vericuetos burocráticos. El programa lunar de la nación socialista se aprobó tres años después que Apolo y los primeros lanzamientos se realizaron en 1969, cuando la Nasa ya había realizado cuatro misiones tripuladas, las Apolo 7, 8, 9, 10.

Ilustraciones de Karlo Lottersberger

El héroe humilde

En el salón de la fama de los astronautas del Centro Espacial Kennedy, Neil Armstrong ocupa un lugar más entre otros 97 hombres y mujeres que viajaron al espacio. Pero es el héroe de esta historia y de la exploración espacial. Tenía 38 años cuando llegó a la Luna. En la película El primer hombre en la Luna, se lo retrata como una persona fría y calculadora. Tenía mucho de eso, pero quienes lo conocieron dicen que el filme exagera.

Por sobre todas las cosas, Armstrong era de perfil bajo, lo opuesto a su compañero de viaje Buzz Aldrin. “Siempre le gustaba decir que no había sido elegido para ser el primero en llegar a la Luna, simplemente se dio de esa manera. Podría haber sido cualquier de los astronautas del programa de Apolo”, cuenta su hijo Rick.

Tras su proeza, Armstrong se dedicó a dar clases en la universidad y a los negocios. Siempre estuvo alejado de los flashes que lo demandaban por su fama. Falleció en 2012.

En cambio, Aldrin fue seducido por la fama. Cedió los derechos de su imagen para un capítulo de Los Simpson. Escribió una autobiografía e incluso un libro de ciencia ficción ambientado durante el 100° aniversario de su alunizaje.

Armstrong, Aldrin y Collins (AP)

Armstrong, Aldrin y Collins (AP)

A los 89 años se lo puede leer en su cuenta de Twitter (@TheRealBuzz). Hace unos meses se sumó al hashtag#BeforeWeHadCellPhones: “Antes de que tuviéramos celulares, yo caminé en la Luna”, tuiteó.

La tecnología con la que las misiones Apolo llegaron a la Luna fue más primitiva que la de nuestro celular. La computadora del Apolo tenía 4 kilobytes. Un teléfono actual tiene 4 gigabytes, un millón de veces más.

“Tuvieron que hacer de cero las computadoras para navegar. Y en ese momento una computadora ocupaba un edificio. Había que miniaturizar todo, pero nadie sabía si se podía hacer”, precisa San Martín. De alguna manera, la carrera espacial marcó el inicio de la era digital. “Se partió de una electrónica que estaba en pañales hasta construir una computadora que pudiera guiar la nave por el espacio sin referencias visuales. Fue una inyección de tecnología que al día de hoy la estamos disfrutando. Nuestros teléfonos celulares son en parte un logro de esa carrera espacial”, dice Córdova.

Volver para quedarse

En un sector de la exposición en el Centro Espacial Kennedy se pueden ver guantes, palas, trajes espaciales y otros artefactos que usaron los astronautas en la Luna. También hay una réplica de una de carretilla y del “auto lunar” que usaron las misiones Apolo.

Parece tecnología obsoleta, como cuando un niño mira con desconfianza un pasacasete y no puede creer que de allí salga música. Esos aparatos vetustos no hacen dudar tanto de la hazaña de 1969 como que plantean la pregunta de por qué viajar a la Luna no es algo rutinario en la segunda década del siglo 21, cuando escuchamos música desde Spotify.

Una de las razones de por qué la Nasa le dio la espalda a la Luna tras las misiones Apolo son los costos del programa. El programa representaba el 3,5 por ciento del PIB de Estados Unidos.

Atrás quedaron los sueños de convertirnos en conquistadores planetarios. Tras el éxito del Apolo 11, el diario The New York Times del 21 de julio de 1969 vaticinaba una base en nuestro satélite y un transporte hasta nuestro satélite con cohetes nucleares que iban a estar listos para fines de la década de 1970.

Pero, recién este año, Estados Unidos anunció su deseo de volver a la Luna para 2024. El presidente Donald Trump está urgido de mostrar lo grande que es su nación. Otra vez parece que estamos ante una carrera espacial. El competidor es China. El Gobierno asiático logró este año el primer aterrizaje de un vehículo no tripulado en el lado oculto de la Luna.

“La Nasa debe tomar una decisión para su futuro. La mejor opción es ir a Marte, pero es muy difícil en el corto plazo. La Luna es la segunda opción y China es un desafío. Se volvió a lanzar la carrera espacial”, asegura San Martín.

Nuestro satélite puede ser la primera escala a Marte. “El objetivo es volver y construir una base para desde allí explorar el Sistema Solar. La Luna tiene escasa gravedad, por lo que se necesitarían cohetes menos poderosos para despegar hacia Marte”, explica Córdova.

Ya no se trata de ganar una carrera espacial en plena Guerra Fría, sino de, en palabras de San Martín, “crear una economía lunar”.

Simuladores, juegos para elevar la adrenalina y la posibilidad de hablar con un astronauta con su traje. En algunos detalles, el Centro Espacial Kennedy se parece mucho a un parque de diversiones como muchos de pocos kilómetros de Cabo Cañaveral.

Pero en las próximas décadas quizás se convierta en un museo histórico que retrate los primeros años de una épica comparada a la que inició Cristóbal Colón cuando llegó a América en 1492.

Como hace cinco décadas, hoy muchos piensan que aquel primer paso de Neil Armstrong en la Luna no sólo fue un gran salto para la humanidad, sino también el inicio de la conquista de nuestro Sistema Solar.

 

Fuente: La Voz del Interior

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