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La cantidad de venezolanos en Córdoba creció 502% en tres años

14/05/2018

Llegan con la esperanza de vivir mejor, de trabajar, de estudiar, de crecer. De comer todos los días. Vienen, también, para dejar de sentir que el mundo se les viene abajo a cada minuto y para volver a descubrir que la vida es más que sobrevivir. Es el éxodo de venezolanos del que todos hablan, fruto de una crisis política y social sin precedentes, que está alcanzando el estado de crisis humanitaria.

Desde hace más de tres años, los venezolanos comenzaron a vaciar su país en una especie de fuga masiva que ya ha esparcido a alrededor de 1,6 millones de almas a distintas partes del mundo, según datos de 2017 de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas.

El número es tan significativo (algunas fuentes aseguran que son más) que equivale a la totalidad de la población de la ciudad de Córdoba. Es como si todos los habitantes de la Capital y poblaciones aledañas desaparecieran.

Según la Dirección Nacional de Migraciones (DNM), delegación Córdoba, en los últimos tres años, la cantidad de inmigrantes de Venezuela creció 502 por ciento en la provincia. Entre 2016 y 2017, el número casi se triplicó.

Además, en los primeros cuatro meses arribaron 697 venezolanos, y siguen llegando. La cifra equivale al 70 por ciento del total de 982 migrantes de aquel país que desembarcaron en la provincia en 2017. Es decir que si el ingreso continúa al ritmo actual durante los próximos dos cuatrimestres, la población venezolana crecerá alrededor del 113 por ciento este año en relación con el anterior.

En la Argentina, la migración venezolana ya representa más de un 10 por ciento de los inmigrantes del país, según datos de la DNM. En los dos últimos años, se realizaron 44 mil radicaciones.

“A nivel nacional, la inmigración más grande era la de Paraguay, seguida por la de Bolivia y Perú, y luego la colombiana. Hoy, la venezolana se ubica en el segundo lugar”, explicó Diego Puente Rosa, titular de la Delegación Córdoba de la DNM.

El funcionario informó que Migraciones está agilizando los trámites de residencia y que, a pesar de que Venezuela fue suspendida del bloque del Mercosur, la Argentina sigue reconociendo a los venezolanos como miembros asociados, lo que les permite acceder a una radicación por el criterio de nacionalidad.

Un largo viaje

Muchos se embarcan en una travesía de 11 días, cruzando por Brasil, en ómnibus con algún tramo por avión. Hasta hace poco, la ruta más utilizada era a través de Colombia, aunque en los últimos tiempos se registran problemas en la frontera.

El viaje ronda los 350 dólares desde Puerto Ordaz (desde donde parten los colectivos a la frontera con Brasil); es la mitad de los que salía en septiembre un pasaje en avión y una tercera parte de lo que cuesta hoy. A eso hay que sumar el traslado hasta Puerto Ordaz, a 10 horas en ómnibus de Caracas.

Llegan por recomendación de amigos o familiares que les dan los primeros datos sobre cómo plantarse en la ciudad, les prestan un lugar donde establecerse temporalmente y los incluyen en una red de conexiones solidarias para conseguir empleo y alojamiento. De a poco, empiezan a habitar el nuevo territorio.

“El 60 por ciento está afincado en la ciudad y el Gran Córdoba. La mayoría son familias jóvenes con hijos pequeños en edad escolar. Desde Migraciones, acompañamos a los fines de que estén todos escolarizados. Tienen un perfil profesional. Hay una cantidad enorme de ingenieros, lo que les permite insertarse rápidamente en el mercado laboral”, afirma Puente Rosa.

Fuga de cerebros

Venezuela hoy padece una fuga de cerebros, hombres y mujeres muy calificados que empiezan a insertarse en distintas partes del mundo. Así, ingenieros, médicos y contadores consiguen trabajo con relativa rapidez en Córdoba. Su título vale. “Es gente muy trabajadora, muy emprendedora, que busca oportunidades laborales”, remarca Puente Rosa.

Así, por ejemplo, una empresa cordobesa que solicitaba empleados capacitados en energías renovables, frío alimentario y reparación de celulares recibió 26 postulantes venezolanos entre los 50 interesados en el trabajo,

Karelys (26), licenciada en Administración de Desastres, y Tony (28), ingeniero en Sistemas, confirman que los estudios universitarios son una enorme carta de presentación. Están en Córdoba desde hace dos años, cuando un primo ya establecido en la provincia les ofreció un empleo temporal.

En Caracas, Karelys era inspectora de Seguridad y Salud Laboral de 65 empresas y Tony, coordinador de la Gerencia de Tecnología del Banco de Venezuela. “Mi primo había montado una Pyme independiente. Nos preguntó cómo estaba la situación allá, nos contó que había empezado un pequeño emprendimiento y que quería que parte de la familia estuviera acá. En ese momento dijimos ‘sí’, no lo pensamos dos veces”, cuenta Karelys.

A los dos meses, habían vendido sus computadoras para comprar los pasajes.

Ya en Córdoba, trabajaron ocho meses en el call center del primo, mientras se acomodaban y tramitaban los documentos. Primero, se establecieron en Carlos Paz y, después, se mudaron a la Capital.

Pronto Tony consiguió trabajo como ingeniero en Sistemas en un banco privado y, al poco tiempo, como programador de la Bolsa de Valores, donde hoy es coordinador del área. “Tener un título ayuda muchísimo para el inmigrante venezolano, te abre mucho las puertas”, cuenta Karelys, mamá de un bebé cordobés.

“Allá dejamos a mis papás y a los papás de mi esposo. La mamá de mi esposo y el hermano llegan ahora en mayo. La verdad es que la situación es insostenible para ellos que están en Caracas. Gracias a todas las posibilidades que hemos tenido, los traemos y van a estar aquí con nosotros”, cuenta.

Y agrega: “La situación no daba para más, es muy fuerte. Mis papás viven en el campo, están sembrando para comer. Pero si hay lluvia, se pierde la cosecha; igual si hay calor y no hay con qué regar las plantas”.

Karelys está agradecida con Córdoba y su gente. Y, al igual que sus compatriotas, participa de redes solidarias de recepción de nuevos migrantes. Alojaron un mes a una prima mientras conseguía trabajo y, en noviembre pasado, compartieron su vivienda con dos amigos de Tony, también ingenieros en Sistemas. “Estuvieron un mes con nosotros y están con trabajo”, asegura.

El poder de las redes

Lilibet es licenciada en Contabilidad. En Venezuela tenía una empresa de servicios contables, pero se vino a la Argentina hace dos años, a vivir con su pareja en Buenos Aires. Una serie de hechos desafortunados terminó con la relación y Lilibet, que había vendido todo en Caracas, se encontró sola y desamparada.

“Viví prácticamente en la calle unos cuantos meses porque aquí, si no tienes una garantía, no te alquilan. Empecé a trabajar, hacía minitortas individuales con recetas venezolanas y tuvieron mucho éxito en los quioscos, pero tenía que tener un sitio donde vivir. Se me hizo supercomplicado. Hasta que en 2017 mi hermana mayor, cansada de verme pasar trabajo, vendió unos autos de sus tíos que se habían ido del país y me mandó 24 mil dólares. Con eso, compré un fondo de comercio que en la parte de atrás tiene un espacio para hacer mis tortas y alquilé un departamento”, cuenta.

El 1 de marzo de 2017 comenzó con su emprendimiento en Villa Carlos Paz. “Vendo arepas y tortas en mi local, en avenida Perón frente a la estación de gas. Por ahora, se llama ‘Lo esencial’, pero le voy poner ‘La venezolana’, porque así me conocen a mí acá”, relata. Le va bien, pero dice que la última factura de Epec le llegó en 14 mil pesos, más que el alquiler. Y que las deudas y los impuestos le están complicando la vida.

Lilibet confirma que las redes sociales juegan un papel fundamental en este masivo proceso migratorio. Participa en tres grupos de WhatsApp, uno de Córdoba (”Sólo información”); otro de Carlos Paz (“La tricolor”) y en “De Venezuela hacia Argentina por tierra”, con datos sobre precios, documentación y otros asuntos para la gente que llega al país, o quiere hacerlo, por vía terrestre.

“Muchos vienen después de julio, cuando termina el año escolar en Venezuela. Vienen las mujeres con los hijos. Los chamos llegan con el año escolar terminado y si aprueban cuarto grado en Venezuela, cursan aquí cuarto grado hasta que terminan el año para ingresar el siguiente en quinto”, informa. Y subraya: “Muchos estamos en actividades que no son de nuestra profesión, pero no conozco ninguno que esté desempleado. Taxistas, mucamas, recepcionistas. Hay un muchacho que es peluquero canino”.

Lilibet coincide en que el recibimiento del cordobés es excelente. “Si no hubiera sido por la gente de acá, tendría que haberme vuelto a Venezuela”, concluye.

 

fuente: La Voz del Interior

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