15/01/2018
“Está harto (lleno) de argentinos”, afirma Jorge, el taxista que recoge a este cronista en el Aeropuerto Merino Benítez de Santiago de Chile, ayer pasado el mediodía.
Jorge Arancibia maneja hacia el centro de la capital chilena, en una tarde calurosa y soleada. “Sale muy caro que venga, acá estamos esperando que el Gobierno ayude a la gente afectada por los incendios. Para ellos no hay nada”, agrega ofuscado.
El costo de la visita de Francisco es la mayor de las polémicas entre los chilenos. Oficialmente, el Estado gastará 11,5 millones de dólares, mientras que la Iglesia pondrá otros 6,5 millones.
En las calles céntricas de Santiago, la visita del Papa pasa bastante inadvertida. No hay grandes carteles ni banderas amarillas y blancas del Vaticano en gran parte de la ciudad.
Para encontrar alguna señal de tan importante circunstancia, hay que acercarse hasta el Palacio de la Moneda, donde un grupo de carabineros termina de colocar las vallas que delimitan el corazón de la Plaza de la Constitución y las calles aledañas
“Esto, los domingos, suele estar lleno de gente”, cuenta un suboficial de la Policía chilena.
Sin embargo, ayer, sólo se podía circular por los laterales del espacio verde. En el sector más cercano al Palacio Presidencial, se estaban montando dos pantallas gigantes que transmitirán la visita protocolar de Francisco a la presidenta, Michelle Bachelet.
Con un grupo de turistas aparece Nelay, guía que ofrece paseos gratuitos. En su alocución, cuenta lo sucedido a Salvador Allende en La Moneda, el 11 de septiembre de 1973. De la visita del Papa, no dice ni media palabra. “Honestamente, no se nota la presencia de Francisco. La afluencia de turistas es normal, ni más ni menos”, expresa a La Voz.
Por calle Agustinas, a media cuadra de la Plaza de la Constitución, se encuentra Enzo, un cuidacoches, que también se muestra apático: “A mí me da igual, es como que la Iglesia ya no es como era antes, me da lo mismo, tengo que trabajar igual”.
Arte de bienvenida. Cruces de siete metros de alto, pintadas por seis artistas, se alzan en la explanada del Santuario del Padre Hurtado en Santiago de Chile. (DPA)
Esperando las ventas
El paseo Ahumada es una ancha peatonal que lleva hasta la Catedral Metropolitana y la Plaza de Armas. Pese a ser domingo por la tarde, hay varios comercios abiertos y decenas de puestos de venta ambulante.
Lo llamativo es que muy pocos ofrecen productos relacionados con la visita papal.
Edison es una de las excepciones. Es colombiano y tiene a la venta camisetas, banderas y almanaques. “Calculo que entre mañana (por hoy) y el martes se va a empezar a vender un poco más”, comenta.
El artículo más requerido es el más barato: los almanaques, que se venden a 800 pesos chilenos (unos 25 pesos argentinos). La bandera cuesta unos 50 pesos argentinos, y la remera, 100. “Quienes más compran son ancianos, católicos y argentinos”, afirma.
Frente a la Catedral, que permanece cerrada al público ya que se trabaja para recibir al Papa, está Claudio Caruso. Se trata de un sacerdote de Buenos Aires, que también es periodista.
“Hay expectativa, pero por casos que tuvo Chile está un poco indiferente. Es una sociedad un poco más laicista que la nuestra”, dice el cura.
EL PAPA FRANCISCO. Al subir al avión (AP).
Y tiene razón. Según una encuesta de la consultora Latinobarómetro, publicada por el diario La Tercera, Chile es el país latinoamericano que peor evalúa la imagen del papa Francisco. También es el que más católicos perdió desde 1995: bajó del 74 por ciento a apenas el 45. Y la confianza en la Iglesia pasó del 80 al 35 por ciento en el mismo período.
Fuente: La Voz del Interior
